En el Seminario anual que organiza el coro Vox Aurea en la Residencia de Estudiantes de Madrid hubo, como es habitual un concierto final en la que, una vez más, tuve la oportunidad de escribir las notas del programa de mano. Las notas eran estas:
Dante Andreo con Javier Corcuera. |
En este seminario pudimos profundizar en la música coral argentina y sudamericana en general. Fueron las notas que más me gustó hacer. La música argentina es maravillosa. El interés que suscita la música popular en los compositores del país es extraordinaria y los arreglos para coro son deslumbrantes. En España se conoce poco esta música y es un raro privilegio el poder dedicar todo un taller a un amplio repertorio de la música coral argentina. Andreo nos trajo mucha obra propia y, de esta forma, ved que programa tan atractivo:
PROGRAMA:
- Cantos de la tierra. D. Andreo.
- Otoño. D. Andreo
- Tres cantos andinos. Trad. arreglos de D. Andreo.
- El árbol del olvido. Alberto Ginastera
- Cantos del agua. D. Andreo.
- Hoy las nubes me trajeron. D. Andreo
- La novia. Carlos Guastavino.
- Cortadme una rosa blanca. D. Andreo
- Doña Ubensa. Huayno popular argentino. Arreglos Liliana Cangiano
- P'al Cachilo dormido. Chacarera popular argentino. Arreglos Marcelo Valva.
- Mosaico iberoamericano: Tango, Bossa nova y son. Arreglos D. Andreo.
- El viaje definitivo. ESTRENO. D. Andreo.
NOTAS AL PROGRAMA:
¿Qué
tiene la música que no tengan otras artes? Varias cosas, pero algunas
especialmente llamativas. Primero, Ocupa el espacio sin dejar resquicio. Segundo,
trae lugares y tiempos al aquí y ahora simplemente haciendo que todo vibre.
Hoy este salón de la Residencia de
Estudiantes se llenará de Argentina. El coro hará vibrar muebles, objetos
y personas de forma que argentinizará
todo lo que esté a su alcance.
Esto sucederá porque Dante Andreo es
hoy nuestro maestro. Es argentino, de Córdoba. Sin embargo, reside en España
desde 1981, y es así como se convierte en artista privilegiado por conseguir
que la distancia entre ambos mundos desaparezca. Gracias a la música, a la
poesía y a su elemento común, la voz.
Dante Andreo nos ofrece hoy su obra y
la de otros autores paisanos suyos. De esta forma, nos hace patente cómo los
músicos argentinos aman, entre otras, dos cosas: su folklore y la poesía.
Pero no se trata sólo de esto, de
conocer la música argentina. Hoy la velada ofrece más. Ofrece poesía española
de autores que han amado apasionadamente el país del Plata. Un argentino nos
ofrece su visión del arte español a través de la lengua común. Porque Dante Andreo
es un caso especial por su dedicación al mundo coral y por su estrecha
vinculación a España.
El concierto comienza con “Cantos
de la tierra”. Obra premiada con el I Premio de
Composición Villa de Rota (Cádiz) en 1988. Andreo pone en relación a Federico García
Lorca (1898 - 1936) con los cuatro elementos básicos de la materia componiendo
una serie de cantos con poemas de este autor. Elige para el elemento “tierra”
un poema del “Romancero gitano”, “Muerte
de Antoñito el Camborio” y dos más del “Poema del cante jondo”,
“Evocación”, que queda aquí rebautizado como “Tierra seca” y el llamado “Sorpresa”.
Versos
sombríos que nos evocan la aridez de la tierra y sus profundidades, además de
la muerte, que devuelve lo vivo a la oscuridad primigenia. En “Muerte de Antoñito
el Camborio” y en “Sorpresa” se nos habla de un mismo suceso y un mismo
personaje. Un gitano tratante de caballos de un pueblo cercano a
Fuentevaqueros. Este personaje real apareció efectivamente muerto una mañana,
tirado en el suelo, con su propio cuchillo clavado. Lorca da a su muerte un
tinte heroico en el primer poema, acentuando la atmósfera premonitoria del que
va a morir de un navajazo agudo, como la rima de este poema, y como si fuera
una especie de alter ego masculino de Carmen. En realidad, el atestado oficial
informaría de una caída fatal del caballo a causa del estado de embriaguez del
jinete que, en el golpe, se clava accidentalmente el cuchillo que lleva al
cinto.
Lo
terrible de esta muerte estúpida está muy bien expresado en “Sorpresa” pues de
forma realista, devuelve a la muerte su cara más descarnada, la de la soledad
espantosa del cadáver anónimo. La música se vuelve expresionista, recurriendo
incluso al grito. Al fin y al cabo, este es el tema, la tierra que cubre la
muerte.
“Otoño”. Nuestro autor musica
ahora un poema de juventud de Antonio Machado (1875 -1939). Versos que aparecen
publicados por primera vez en la revista Helios en noviembre de 1903 con el
poético nombre de “Tristezas”.
Son versos de la época en que Machado
vivía en París. Tiempo en el que conoció personalmente a Pío Baroja, Rubén
Darío y a Oscar Wilde. La influencia de Verlaine en aquella época es palpable
y, de forma especial, en este poema tan otoñalmente melancólico donde el poeta
habla con el viento y con su alma.
La música acompaña la melancolía del
poema moviéndose en dinámicas suaves,
sin estridencias. Nos mece mientras se desarrolla un diálogo imposible. En todo
caso, ya vamos viendo algo. Si dimos con un Andreo lorquiano, ahora se vuelve
machadiano. Tanto, que la música, al desvanecerse en el pianissimo final nos
hace felizmente conscientes de que hemos entendido el poema que, por si quieren
releerlo, se encuentra en el libro “Soledades. Galerías. Otros poemas” de 1907.
“Si
mi voz muriera en tierra”. Andreo recala en la obra de un poeta muy querido
por músicos argentinos. Rafael Alberti Merello (1902 – 1999) es una amalgama de
poesía y pintura teñida de música. Especialmente, de ese piano en el que su
madre tocaba a Schubert para entusiasmo de su jovencísimo hijo. Por eso, su
poesía es, al mismo tiempo, visual y musical. Sus poemas han pasado por las
manos de importantes compositores argentinos y españoles con los que tuvo
relación y amistad. Tendríamos, ni más ni menos, a Guastavino, Falla, Esplá,
Ernesto y Rodolfo Halffter y, más tarde, García Abril.
Es una empresa ambiciosa unirse a este
grupo de músicos la que emprende Andreo al poner en pentagrama este poema del
primer libro de Alberti, “Marinero en tierra”. Lo hace con la escritura limpia
y elegante que piden estos versos y que podremos apreciar a lo largo del
concierto. Son versos de la nostalgia ingenua del mar, escritos por un joven
enfermo curando sus pulmones en el aire puro de San Rafael. Recuerdos dolientes
del paraíso perdido de la infancia a la orilla del mar desde uno de los puntos
más alejados de cualquier playa en la península ibérica.
“El
árbol del olvido”. Milonga del bonaerense Alberto Ginastera (1916 - 1983)
sobre un poema de Fernán Silva Valdés (1887 – 1975), poeta uruguayo adalid del
movimiento poético llamado nativismo, que nace como reivindicación de lo
autóctono frente a las vanguardias entonces en boga. Siempre fascinado tanto
por el folklore del gauchaje como por el mundo del arrabal, pone letra a
milongas como ésta y a numerosos tangos, algunos de ellos cantados por Carlos
Gardel y alguno con música de Juan de Dios Filiberto, que luego aparecerá en
este recital de hoy. La milonga es un tipo de canción y baile de arrabal que
triunfa en la segunda mitad del siglo XIX, pero que desaparece prácticamente
para dejar paso al tango cincuenta años más tarde.
Esta canción escrita en 1938, año en
que Ginastera acaba sus estudios en el Conservatorio Williams, pertenece,
naturalmente, a su primera época.
Ginastera denomina a este periodo “nacionalismo objetivo” por su anclaje con el
resto de la corriente predominante en Argentina por entonces y que funda el
compositor que da nombre al Conservatorio citado. Las influencias más
importantes confesadas por él son las de otros grandes estudiosos del folklore
como Falla y Bartok. Pero Ginastera no evoluciona como Guastavino y los demás.
Su mala relación con el peronismo le obliga a dirigirse a Estados Unidos donde
tiene la oportunidad de estudiar con Aaron Copland, lo que le abre horizontes
insospechados. En su última época (Neoexpresionismo), se interesa por el
dodecafonismo y la música aleatoria y microtonal. Está enterrado en Ginebra, a
pocos metros de la tumba de Borges
“Tres
cantos andinos: Vidala, Chaya y Huayno”. Con frecuencia se oye decir que
Buenos Aires y el Plata es una cosa y el resto de Argentina otra. Puede ser. Se
ha dicho que la cultura y el folklore del interior no han sido apreciados por
el litoral. Los argentinos sabrán matizar estas afirmaciones mejor que
nosotros. Pero lo cierto es que el material que el folklore del interior
proporciona a los músicos es un tesoro. Por eso, Andreo acude a esa joyería
musical y nos regala estas piezas tan bellas y evocadoras de un aroma indígena
inequívoco.
El Huayno es un vestigio inca en la
música popular. Su origen está en Perú, Bolivia y el norte de Argentina. En una
experiencia sinestésica oiríamos un huayno al mirar los paisajes andinos. Está
unido al charango y usa una escala pentatónica y un ritmo sincopado.
“Cantos
del agua”. De nuevo Andreo acude a García Lorca, autor que es idolatrado en
Argentina. Todo el mundo quiere saber hoy dónde se sentaba en el antiguo café
Tortoni, donde tuvo tertulia con Borges y Bioy Casares. Lorca quedó fascinado
por Buenos Aires. Son palabras suyas:
“Buenos Aires es una ciudad maravillosa; es como me gustaría
que fuera España: cosmopolita, llena de amigos, desprejuiciada, tumultuosa,
desbordante de vida y de cultura.”
Y eso que llega en 1933, momento muy
convulso por la presidencia tan agitada del General Agustín Pedro Justo. Pero
los seis meses que pasa en Argentina lo convierten en un héroe popular y sus
obras se estrenan sin cesar en el teatro Avenida de Buenos Aires.
Y, de nuevo también, los cuatro
elementos, por lo que siguiendo a Galeno e Hipócrates deberíamos estar ante un
Lorca flemático. El agua, como elemento, se relaciona con lo frío y lo húmedo.
Sea esto una invitación para observar si es lo que musicalmente se transmite en
estos cantos.
De Lorca se escogen tres poemas. Uno,
“Agua ¿Dónde vas?” dedicada a
Alberti, pertenece al libro “Canciones” publicado en 1927 y que supone el
reconocimiento definitivo de Lorca como gran poeta. Ese mismo año expone su
obra pictórica en Barcelona. Por eso, vemos cómo este poema une los nombres de
dos poetas con vocación de pintor.
Luego, del mismo libro, sigue el
inquietante poema “Cortaron tres árboles”
dedicado a Ernesto Halffter, con quien mantenía relación, al igual que Alberti.
A continuación, del “Poema del cante
jondo”, libro escrito casi a la vez que el ya citado, Andreo pone música a “Balada de los tres ríos”, estampa andaluza donde compara dos
andalucías muy distintas, la de Sevilla y la de Granada.
“Hoy
las nubes me trajeron”. En una entrevista de Alberti con una estudiante
polaca en marzo de 1989 leemos:
Aleksandra
Hadzelek:
¿Y llegó a sentirse en Argentina como en su lugar, como en su
casa?
Alberti: Pues claro
que sí, pues claro que sí, físicamente yo no me quería ir, me fui forzosamente,
yo me sentía argentino, yo estaba con los escritores argentinos considerado un
escritor argentino, tengo el premio de la Sociedad de Escritores por mi libro ‘Baladas y
Canciones del Paraná’…
A este libro de 1958
citado por su autor, pertenece este poema de su etapa argentina. Es la canción
nº 8. De nuevo el tema de la nostalgia. Esta vez de la patria lejana y perdida
en una guerra terrible que le empuja al exilio. Alberti se transforma al
contacto con la atmósfera argentina. Siente nostalgia, pero acaba sintiéndose
como en su casa, casi como en su casa gaditana, al fin y al cabo vive en
Argentina durante 24 años.
Andreo escoge sabiamente
estos versos y los trae hoy de forma muy oportuna. Es el Alberti argentino que
se acuerda de España.
“Cortadme
una rosa blanca”. Por la profunda relación de Andreo con las islas
Canarias, donde tiene su residencia española, aparece este poeta poco conocido
en la península, pero que tiene una obra considerable y está considerado como
perteneciente a la generación del 27. Pedro García Cabrera (1905 – 1981),
gomero de nacimiento, pero más unido a Tenerife, publica sus primeros poemas en
1925 y durante la segunda república fue director de El Socialista en Canarias. Participó activamente en la contienda
civil y fue finalmente hecho prisionero y encarcelado hasta 1946. Durante esos
años se dedicó intensamente a la poesía. Como poeta siempre estuvo interesado
en los temas locales, en la construcción de una literatura auténticamente
canaria. De todas maneras, García Lorca es quien influye de forma más decisiva
en su obra, y esto es visible en el poema que hoy nos ocupa.
“La
novia”. En su larga estancia en Argentina, Alberti tuvo contacto con
diversos músicos, pero, de entre todos, tuvo especial relación con Carlos
Guastavino (1912 – 2000). Este importante músico se convierte por sus méritos
en una de las figuras sobresalientes del nacionalismo – folklorismo musical
argentino del siglo veinte. En la onda de Alberto Williams y Julián Aguirre,
estudia la música tradicional para volcar en ella su arte. El aura romántica de
sus composiciones ha conquistado al gran público seducido por el afán de
Guastavino de ser entendido y apreciado. Alejado de las vanguardias, al igual
que Andreo, gusta de trabajar con temas del folklore y de la poesía. Pone
música a sus poetas favoritos como Borges, Neruda, Yupanki y, claro está,
Alberti. Su “Se equivocó la paloma” que tanto renombre le ha dado, ya la
cantaba Vox Aurea en 2003.
“La novia” es un poema incluido en el libro
“El alba del alhelí” de 1925 - 1926, que generalmente se considera como punto
de transición en la obra del poeta, que vive entonces momentos difíciles. Es un
libro por el que desfilan personajes arquetípicos del mundo andaluz que conoce
y añora. En esta poesía vemos a la novia, que pronto intuimos que no se casa
por amor sino que se casa, o la casan, por interés, abandonando a su verdadero
amor. Como en 1723 hace Marin Marais en la “Sonnerie de Sainte Geneviève du Mont”
la música sigue el repicar repetitivo de las campanas. En la música de
Guastavino se reparten onomatopeyas por las voces, oímos las campanas que anuncian la inminencia de una boda, y
sentimos la angustia de la novia por estar todavía sin arreglar y, ¡Ay!, por la
ausencia de su amante.
“P’al
Cachilo dormido”. Del laureado compositor argentino, convertido ahora en
arreglista, Marcelo Valva (1958) se presenta ahora esta armonización para coro
de esta chacarera trunca con música de Pablo del Cerro (1908 – 1990) y letra de
Atahualpa Yupanki (1908 – 1992).
Si un disfraz al uso es eficaz, mucho
más lo es si se compone de simples palabras. Antoinette Pauline Pepin, feliz
habitante del Cerro Colorado, firma, masculinizando su nombre, la música con
que viste las más bellas poesías de su marido Hector Roberto Chavero, conocido
como Yupanki. Esta concertista de piano francesa abandona su carrera para
colaborar musicalmente con su marido el resto de su vida. El amor al folklore
argentino y a la poesía arrebatadora de Atahualpa se apoderan del alma musical
de Nenette (En realidad, era así como la llamaban) convirtiéndola en uno de los
referentes musicales del siglo XX argentino, aunque ella nunca quiso dejar de
ser francesa.
Este emocionado poema recuerda a un
querido amigo músico de Yupanki, el guitarrista de Santiago del Estero Julián
“Cachilo” Díaz que formaba dúo con su hermano, el Soco Díaz al bandoneón.
Yupanki llora la desaparición del amigo de juventud y junto a su mujer
Antoinette Pauline escribe esta chacarera que es la música con más tradición en
el Estero.
Las chacareras son bailes campesinos.
La palabra viene del quechua “chacra” que significa granja. Se canta y baila en
el norte de Argentina y en Bolivia. Se canta en quechua, español o combinando
ambos.
“Doña
Ubensa”. Es de nuevo un huayno andino que se nombra, a veces, como un
kaluyo. Por lo que debe tener un remoto origen en la cultura kaluyo, originaria
del Puno. Es una pieza muy conocida que
compuso Chacho Echenique (1939), compositor e intérprete de Salta, conocido por
fundar junto a Patricio Jiménez el famoso Dúo Salteño ya en los años sesenta.
Es un auténtico autor popular que no sabe música, pero que ha vivido desde
siempre inmerso en estas melodías y ritmos de su tierra, que conoce como pocos.
La canción nos habla de una mujer indígena de San Antonio de los Cobres que
Chacho Echenique conoció en su infancia. Liliana Cangiano (1950 -1997) la
armoniza para coro, de nuevo con el típico ritmo de estos bailes y con la
imitación de percusión a cargo de las voces. Esta llorada autora de Buenos
Aires era una experta en arreglos corales de música popular argentina y
sudamericana.
“Mosaico
iberoamericano”. Tres piezas conocidísimas forman este “mosaico” musical
que nos trae Dante Andreo de América. Primero, el tango “Caminito” ¿Por
qué este tango de 1926? Quizá porque, de nuevo es una poesía puesta en música.
Se unen el poeta Gabino Coria Peñaloza (1881 – 1975) y el compositor de tangos
Juan de Dios Filiberto (1885 – 1964) para fundir palabras y sonidos en este tango o canción porteña, como gustaba
decir Filiberto.
Sucedió que, durante una estancia en
Olta, pueblecito del interior, el joven Coria
se enamora de una tal María y debe recorrer un sendero todos los días
para ir a verla. Después, los amantes deben separarse y cuando un año más tarde
Coria vuelve a Olta, su enamorada ya no vive allí y la nostalgia del amor
perdido le hace escribir un poema en aquel remoto 1903. Veinte años más tarde,
Filiberto tenía ya escrita la música que conocemos. Pasan tres años y Filiberto
y Coria, juntos charlando en una confitería de Buenos Aires, deciden ensamblar
letra y música para presentar el tango a un concurso en el que, como premio, se
llevaron los silbidos poco amables del respetable.
Continúa el mosaico con “Berimbao”
con música del compositor y guitarrista
Baden Powell (1937 – 2000) y letra del poeta y músico Vinícius de Moraes
(1913 – 1980). Estos dos gigantes de la música brasileña, ambos de Rio de
Janeiro, se unieron a principios de los años sesenta para componer una serie de
“afrosambas”, pues ambos compartían un interés enorme por la música de los
descendientes de esclavos africanos llamada “candomblé”, y que es propia de la
región de Bahía. El título hace referencia a un instrumento de origen angoleño y
que consiste en un gran arco de palo con una cuerda muy tensa y una calabaza
que hace de caja de resonancia. Se usa para la danza llamada capoeira.
Y terminamos con “El cascabel”, del
veracruzano Lorenzo Barcelata (1889 – 1943). Son razones, sobretodo, extramusicales
las que han lanzado esta canción o son jarocho
al estrellato. Carl Sagan selecciona este son junto a un número reducido
de músicas tradicionales, clásicas y pop para grabar un microsurco de oro y
colocarlo en la nave Voyager junto a otros objetos terráqueos para conocimiento
y solaz de seres inteligentes más allá de nuestro sistema solar.
Barcelata consiguió fama internacional
con su canción “María Elena”, vals que conquisto Nueva York en 1940, y con su
música para cine. Este cascabel musical nos remite de nuevo a las músicas
indígenas y de los antiguos esclavos. En el son de Veracruz se percibe siempre
la influencia afrocubana que tanto ha impregnado el Caribe.
“El
viaje definitivo”. Dante Andreo ha escrito esta pieza especialmente para este
seminario y este concierto. Se trata, por tanto, de un estreno absoluto que el
coro Vox Aurea agradece de corazón. Elige un poema muy conocido de Juan Ramón
Jiménez (1881 – 1958) perteneciente a sus “Poemas agrestes” de 1910 – 1911. Es
un magnífico remate para este concierto por la significación que Juan Ramón
tiene en la relación entre Argentina y España.
“El
milagro de mi español lo obró la República Argentina … cuando llegamos al puerto de
Buenos Aires y oí gritar mi nombre ¡Juan Ramón, Juan Ramón! a un grupo de
muchachas y muchachos, me sentí español, renacido, revivido, salido de la
tierra del desterrado”. “La corriente infinita”. Aguilar. Méjico. 1961
En este poema está todo lo que hemos
visto y oído en esta velada. Está el poeta pintor, como Lorca y Alberti. Está
otra vez el huerto de Machado, la muerte que impresionaba a Lorca, las campanas
que oía la novia, la nostalgia de Alberti y de todos ellos. Y queda, de alguna
forma, la presencia de Juan Ramón, pues pasó años en esta Residencia de Estudiantes
de Madrid que hoy nos acoge y que él rebautiza poéticamente como “Colina de los
chopos”. Entre estos muros conoció a Lorca, quien tuvo la oportunidad de
mostrarle aquí, junto a Gerardo Diego, Aleixandre y a lo más granado de la
generación del 27 su “Romance sonámbulo”. Andreo los ha reunido otra vez aquí,
para nosotros.
Thyrsus me fecit
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