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jueves, 22 de diciembre de 2011

13º Seminario Vox Aurea 2007 con Albert Alcaraz



En el Seminario anual que organiza el coro Vox Aurea en la Residencia de Estudiantes de Madrid hubo, como es habitual un concierto final en la que, por primera vez, tuve la oportunidad de escribir las notas del programa de mano. las notas eran estas:





               Programa:
               Residencia de Estudiantes de Madrid. 20 de 2007



· These are they wich follow the lamb, J. Goss

· Nachtwage I (Op. 104), J. Brahms
· Varen E. Grieg
· Parce Domine, F. Nowowiesjski
· Nordanvind, A. Mellnäs
· Oremus, U. Sisask
· Veni Sponsa Christi, A. Alcaraz
· Benedictus Dominus (Canticum Zacharie) ESTRENO, A. Alcaraz
· Arriaga, J. Vila
· The bluebird, C.V. Stanford
· Gloria, V. Miskinis
 · Abendlied, Op. 69, nº 3 J. Rheinberger
· Calme des Nuits, Op. 68, nº 1 C. Saint-Saëns
· As torrents in summer, E. Elgar
· Esta tierra, J. Busto

Notas al programa:

Se dice que los iniciados en alguna actividad o afición disfrutan en mayor grado que los profanos. Es plausible. Quizá el que ha aprendido conoce los indicadores que marcan la bondad o la calidad de algo y eso ayuda a desarrollar la capacidad para disfrutar. A lo mejor está simplemente más expuesto y durante más tiempo a la experiencia potencialmente placentera. Puede que tenga, de entrada, una mayor sensibilidad para el asunto de que se trate. Suponemos que unas veces una sensibilidad lleva al conocimiento y que, otras veces, se produce el trayecto contrario, del saber a la sensibilidad. Sea cual sea el caso, un concierto de las características del que hoy nos ocupa puede ser de utilidad para unos y para otros. Parte del público disfrutará gracias a su conocimiento y otros aprenderemos disfrutando. 



Viene a cuento lo dicho porque el asunto que hoy nos reúne tiene mucha enjundia y ha traído mucha cola: la música contemporánea. Aunque el concepto “contemporáneo” empezó a perder sentido en este contexto hace tiempo. A mucho oídos, incluso melómanos, música de hace ochenta años suena incomprensible y como si fuera de rabiosa vanguardia. Qué cara pondrían los autores o entendidos del siglo XVIII o XIX si pudiéramos contarles esta llamativa circunstancia de nuestros tiempos. La música seria o clásica, o como queramos llamarla, del siglo XX ha levantado muchos recelos en no pocos aficionados y hay mucho desconocimiento sobre ella. Hoy, en este recital, vamos a escuchar mucha música contemporánea, y aprenderemos mucho sobre ella. No hay motivos de alarma, quizá más de una sorpresa agradable aparezca a lo largo de la velada.



Veamos qué se escribe ahora para una formación coral convencional. Juntemos en un concierto a los autores que están trabajando hoy y a sus maestros cercanos. Reunamos a compositores que escriben o han escrito obras para coro y veremos en ellos a unos músicos excelentes que se han interesado mucho por la música coral y la han amado profundamente.



Comienza el concierto con una pieza de Sir Edward Elgar (1857 – 1934) cuyo 150 aniversario se cumplirá el próximo dos de junio. Este autor es conocido por sus Marchas de Pompa y Circunstancia, Variaciones Enigma, Concierto para chelo, etc. Pero Elgar fue también un gran compositor de música coral. Como otros autores de este tipo de música, el interés le viene probablemente por ser persona religiosa, católico en este caso. En su tiempo fueron muy celebrados sus numerosos oratorios, escritos según la tradición inglesa. La obra As torrents in summer recurre al tópico tan caro en la época romántica de comparar los fenómenos de la Naturaleza con las pasiones humanas y formando todo parte de un plan divino. La letra es un poema precioso de Henry Wadsworth Longfellow (1807–1882) más que dignamente arropado con esta música. Con esta primera obra aparecen los dos tópicos recurrentes de este concierto: el más allá y más acá, Dios y la Naturaleza.

El programa sigue con un Gloria del lituano Vytautas Miskinis (1954). autor contemporáneo muy querido por los coros europeos incluyendo los españoles. Ha sido y es director de importantes coros lituanos y tiene ya una importante obra escrita. Buena parte de ella ya figura en el repertorio habitual de muchos coros. Decimos esto por el mérito que ello tiene. Alguien dijo que los autores contemporáneos no encuentran muchas dificultades a la hora de estrenar obras, que lo difícil estribaría en que esas obras estrenadas vuelvan a programarse. No es éste el caso. Miskinis nos ha obsequiado con un Magnificat, con más de cien motetes a capella, trece misas y cientos de piezas seculares para voces. Puede que haya ayudado mucho a divulgar mejor su obra el que se haya prodigado en piezas religiosas en latín. Y así es en el Gloria que escucharemos. Nuestro hombre saca provecho en esta obra de su profundo conocimiento de la música sacra y de la tradición lituana para producir una música rica en bellas y modernas armonías montadas en unas estructuras rítmicas muy imaginativas y de raíz popular.

La pieza siguiente es una muestra de cómo se puede encerrar una gran cantidad de energía contenida en muy poco espacio, produciendo una gran belleza. Es el Abendlied de Josef Gabriel Rheinberger (1839 - 1901). Con él podremos presumir de conocer a un compositor oriundo de Liechstenstein. Nacido en Vaduz, mostró de pequeño grandes dotes musicales pues con sólo ocho años es nombrado asistente del organista de la capital de este principado. Fue un gran intérprete de órgano y piano, que desarrolló su actividad musical en la corte de Baviera. Richard Wagner, que tenía entonces mucha mano en esto, le nombró profesor de piano del Conservatorio de Munich. Compuso mucha música religiosa y era un experto en la música de Bach. Su fama de profesor superó a la de compositor teniendo muchos e ilustres alumnos, como los operistas Wolf-Ferrari y Humperdinck, sin olvidar al gran director Wilhelm Fürtwangler. Tuvo una gran reputación como maestro del contrapunto y de la fuga. Por eso, en esta obra de delicadísima factura a seis voces, nos da una prueba extraordinaria de su maestría contrapuntistica. La letra nos recuerda a la cantata de J.S. Bach “Ach bleib bei uns, Herr Jesu Christ” BWV 649, porque el texto está igualmente inspirado en Lucas 24, 29 donde los discípulos de Emaús hablan con el Cristo resucitado antes de reconocerle (Mas ellos le apremiaron diciendo “Quédate con nosotros, pues ya anochece y está declinando el día”).

Disfrutaremos a continuación del The Bluebird Op. 119, nº 3 del dublinés Charles Villiers Stanford (1852 - 1924) contemporáneo de Elgar. Aunque menos conocido que él hoy en día, fue en su época muy celebrado y distinguido con los máximos honores en Cambridge y en Oxford. Tuvo alumnos notables, como Ralph Vaughan Williams. Es difícil encontrar un autor que haya compuesto en tantos formatos y tan distintos como Stanford. Sin embargo, es en la música coral donde destacó más, y especialmente, en canciones para varias voces como la que hoy se presenta, sin duda una de las mejores. Este “pájaro azul” sobrevuela paisajes de colinas y lagos de reflejos azulados bajo un cielo no menos azul. El ritmo en reposado vaivén recuerda al lento aleteo del pájaro. La autora de la letra es la poetisa londinense Mary E. Coleridge (1861-1907).

De vuelta a España y a nuestra época, Josep Vila i Casañas (1966) se ha ganado el respeto y la admiración de coros y público. Ha fundado importantes agrupaciones corales y dirige desde 1998 el Orfeó Català. Como autor de obras para coro tiene un catálogo donde encontramos temas sacros y profanos. En Arriaga obra sencilla, pero intensa, se homenajea a Juan Crisóstomo de Arriaga Balzola (1806 – 1826), compositor vasco que murió diez días antes de cumplir los veinte años, dejando una obra breve, pero interesantísima. El autor de la letra es el poeta de Catarroja Ramón Guillem (1959). La corta vida del pobre Arriaga provoca la reiterada alusión a la muerte en este poema. El primer verso en que el poeta pregunta si alguien escucha la voz del rayo puede ser una alusión a la breve, pero potente voz de Arriaga. Esta obra de 2002 es junto a las de Alcaraz representante de la música española actual. Como las otras obras de Vila es de una gran originalidad y de muy agradable escucha. 

Javier Busto (1949) es una institución en el mundo coral español. Compositor prolífico y director de gran prestigio nos ofrece la obra de hoy, Esta tierra, que, en su día, dedicó a la coral Valparaíso de Valladolid, ciudad a la que está muy vinculado por haber estudiado allí la carrera de medicina y haber dirigido coros. En esta obrita se pone música a un poema de Francisco Pino (1910 – 2002), poeta vallisoletano amigo de Jorge Guillén, que escribe aquí unos versos ensalzando el paisaje castellano: la Naturaleza de los grandes espacios abiertos, frente a la de colinas y lagos azules del poema de Coleridge.

Y de la Naturaleza de nuevo a Dios. Cuando el anciano organista de la Catedral de San Pablo se jubila en 1872 es nombrado caballero del Imperio Británico por la agradecida Reina Victoria. Se cumple un ciclo importante en la vida de este músico, desde entonces conocido como Sir John Goss (1800 – 1880). Este compositor de música religiosa tiene siempre como auditorio a los fieles presentes en la iglesia. Compuso mucho y siempre mediando su fe anglicana. Ni que decir tiene que su obra es, por tanto, fundamentalmente para órgano y para coro. El pequeño tema que hoy escucharemos These are they which follow the lamb fue escrito para ser cantado en el día de los Santos Inocentes. La verticalidad de su armonía y la ondulación de sus líneas de canto en las distintas voces nos recuerdan el dibujo melismático de tanta música sacra tradicional. Por eso, al final, aunque no se entienda la letra en su original inglés, el carácter de la obra se delatará, de todas formas, por su olor a cirio e incienso.

Era Goss organista en la iglesia de San Lucas en Chelsea cuando nace en Hamburgo Johannes Brahms (1833 – 1897). En su formación es fundamental la música coral. Brahms fue director de coros y entusiasta compositor para voces. Su conocimiento de la voz era profundo y deja una extensa obra para coro a capella, con piano, con orquesta, etc. En esta pequeña obra a seis voces las tres cuerdas femeninas forman una suerte de unidad frente al bloque de las tres masculinas. Alternándose en sucesivas entradas para dar un gran dinamismo a una obra que Brahms indica debe ser interpretada “langsam” o lento. La letra de este Nachtwache I es del poeta alemán Friedrich Rückert (1788 – 1866) y aunque el título evoque una vigilia nocturna, en realidad se trata de una canción de amor propia de la época romántica.

La siguiente pieza no es una obra original para coro. El Våren (La Primavera) de Edvard Grieg (1843 – 1907), es un arreglo para coro a cuatro voces realizado por el compositor noruego Thomas Beck (1899 – 1962). Sirva pues esta parada en Noruega para homenajear a los arreglistas. Beck fue un conocido compositor y arreglista, aparte de un gran director de coros y concertista de órgano. El arreglo bien hecho es aquel que hace olvidar al público que la obra está arreglada y, en este sentido, el resultado en Våren es sobresaliente. El poema de Aasmund Olavsson Vinje (1818 - 1870) canta al poder evocador de la feliz llegada de la primavera que vuelve filósofo al más pintado. Vuelve el tema de la Naturaleza y entramos nosotros ahora en el reino de la música coral escandinava que tanto influye en autores como Miskinis o Vila. 

Max Bruch tuvo siempre una especial admiración por un discípulo suyo cuyo nombre Feliks Nowowiejski (1877 – 1946) ya nos da idea de su origen polaco. Como a Elgar, le atrajo el oratorio como forma musical destacando “Quo vadis” y “El descubrimiento de la Santa Cruz” a la que pertenece este Parce Domine que ha dado a su autor mucho renombre, pues, por su mérito, es su pieza más cantada. De nuevo un autor entregado al tema religioso, pide aquí al Altísimo que vele por su pueblo y que nunca más se encolerice por su causa. La pieza es una versión moderna de este antiguo tema clásico del gregoriano con una notable verticalidad en su armonía como en la pieza de Goss. 

Arne Mellnäs (1933-2002) en este recital representa a la vanguardia más rompedora. Este sueco, alumno de Ligeti, se ha interesado por todas las últimas tendencias incluyendo la música electrónica. Ha escrito sobretodo música de cámara, pero tiene una no despreciable obra para coro. En esta pieza se sintetizan las dos constantes en las piezas de este concierto: el tema religioso y la Naturaleza. La breve letra pertenece al libro de los Proverbios 25:23 y se desarrolla utilizando recursos imaginativos como ruidos variados a cargo de las distintas voces. Recordamos que hace ya más de ochenta años Edgar Varèse entendía la música como “un conjunto de entidades móviles de sonido no dependientes de la melodía o de la armonía, sino del timbre, de la masa y de la relación espacial”. Con esta idea incorporó a sus obras toda clase de ruidos provocando en los críticos una animadversión enorme. En 1924 la prensa de Nueva York calificó a su obra Hyperprisma como el ruido de una casa de fieras o el del accidente de una fábrica. Después de tanto tiempo ya nadie se asusta, de hecho ya hay una tradición en este tipo de música. Por eso, no sería completa la visión de la actualidad coral sin una obra como este Viento del norte. ¿Es esto música? Según la definición de Varèse rotundamente sí, en todo caso, nada nos impide dejarnos mecer por este viento que disipa la lluvia.

De vuelta a los países bálticos y, más concretamente, en Estonia, encontramos a Urmas Sisask (1960). No nos extrañe la originalidad de la obra que vamos a escuchar porque este señor se define a sí mismo como un astro – músico y, en esta línea cósmica, es fundador del único observatorio astronómico – musical del mundo. Por cierto que es precisamente allí donde da sus conciertos: en la mansión torre de Jäneda. Si apareciéramos por ese lugar, el mismísimo Sisask nos explicaría la música asociada a los planetas, a la armonía del Universo y aclararía todas nuestras dudas sobre la musicalidad de los astros. En este Oremus, perteneciente a un Gloria Patri compuesto por veinticuatro himnos, se prescinde de la letra y las voces van alternando notas tenidas girando en epiciclos como planetas en torno a una eclíptica ptolemaica. Las notas son tan largas que la melodía se vuelve imposible y, sin embargo, no paran de pasar cosas: ¿La música de las esferas?. El lugar más adecuado para escuchar esta música podría ser bajo una gran bóveda eclesial. El efecto sería el de un gregoriano estelar que envuelve al oyente invitándole a la oración, a la reflexión teológica o, al menos, a preguntarse por el destino del Hombre en el Universo, que no es poco.

El recital termina con dos piezas de Albert Alcaraz (1978) que dirigirá él mismo. Escucharemos obras del siglo XXI compuestas en nuestro país asistiendo en el caso del Benedictus Dominus (Canticum Zacharie) a su estreno absoluto pues Alcaraz ha tenido esta deferencia con este seminario del coro Vox Aurea en la Residencia de Estudiantes. El propio protagonista del día nos ha dado una idea de sus gustos e influencias musicales con las obras propuestas para este seminario y que se interpretan en esta parte del recital. Es interesante recordar la obra interpretada con antelación de Goss para ver el camino recorrido. Tampoco es ocioso comparar el Veni sponsa Christi y la obra citada con la pieza de Sisask. Mientras en esa obra se creaba una atmósfera renunciando a la preponderancia de la melodía, aquí es todo lo contrario, las líneas melódicas cobran mucho protagonismo y van conformando armonías muy atractivas donde la expresión es primordial. Si en Sisask lo fundamental podría ser el fondo difuso, aquí lo sería la forma como objeto directamente observable. Escuchemos con atención a Alcaraz, que representa aquí el (por ahora) último capítulo de esta historia.

Thyrsus me fecit

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