El seminario 2010 ha sido el más especial de todos por muchas razones. Se trataba de estar a la altura del programa de la Residencia de Estudiantes en su centenario. Por ello, el Coro Vox Aurea tiró la casa por la ventana y encargó varias obras de estreno a importantes compositores. Javier Corcuera, nuestro director de entonces coordinó todo y aportó parte del repertorio. No es frecuente reunir a tanto maestro de primera fila. Cada uno de los compositores preparó con el coro sus propias piezas compuestas para la ocasión y luego las dirigió en el concierto final, excepto Bsto que no pudo quedarse. El maestro Dante Andreo no vino por estar en otro compromiso fuera de España, pero sus obras fueron dirigidas con el buen saber hacer de siempre por Javier Corcuera.
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Los maestros Balistreri, Elberdin,
Corcuera, Sarasola y Busto |
Corcuera preparó y dirigió obras de autores relacionados con la Residencia de Estudiantes: Poulenc, Ravel, Remacha o Bacarisse. Tampoco faltaron piezas con letra de García Lorca.
PROGRAMA:
1. Dante Andreo ESTRENO (“Agua sólo es el mar”, de José
Bergamín)
2. Javier Busto ESTRENO (“A un olmo seco”, de Antonio
Machado)
3. Albert Alcaraz (fragmento de “La voz a ti debida”,
de Pedro Salinas)
4. Josu Elberdin ESTRENO (“Castilla tiene castillos”, de
Rafael Alberti)
5. Josu Elberdin ESTRENO (“Anoche cuando dormía”, de Antonio
Machado),
6. Roberto Balistreri ESTRENO (“Mientras tú existas”, de Ángel
González) y
7. Xavier Sarasola ESTRENO (“En el fondo del hombre”, de
Miguel Hernández).
8. Rodolfo Halffter (“Para la sepultura de Dulcinea”,
de Tres epitafios),
9. Fernando Remacha (“Leihorik leiho”
de Siete canciones vascas)
10. Fernando Remacha (“Horra hor goiko”,
de Siete canciones vascas)
11. Salvador Bacarisse (“Ojos claros, serenos”, de
Gutierre de Cetina)
12. Francisco Guerrero (“Ojos claros, serenos”, de
Gutierre de Cetina)
13. Maurice
Ravel (“Nicolette”, con texto del propio Ravel)
14. Francis
Poulenc (“Le jour m'etonne et la nuit me fait peur”, de
Paul Éluard)
15. Manuel
Oltra (“Canción del
jinete” de Federico García Lorca)
16. Einojuhani
Rautavaara
(“Canción del jinete” de Federico García Lorca)
Notas al programa:
La Residencia de Estudiantes, en su
primer centenario, ofrece en el recital de hoy, un homenaje a aquellos músicos
y poetas de aquella generación de españoles que pudo y quiso hacer tanto por su
país y que la guerra mató, exiló, encerró en una cárcel u ocultó, como veremos,
en una ferretería. Todo el repertorio que hoy el coro Vox Aurea ofrece a la
consideración de ustedes gira en torno a estos poetas y músicos fundamentales de aquella generación del 27,
que vuelven hoy a la Residencia que tanto amaron.
Los más importantes compositores
actuales de música coral de España y Argentina han colaborado generosamente
componiendo obras que se van a estrenar aquí. Poemas de Bergamín, Machado,
Lorca, Alberti, Ángel González o Miguel Hernández, del que celebramos
centenario también, sonarán envueltos en melodías y armonías contemporáneas.
Otros personajes como Ravel o Poulenc, que por aquí pasaron y que fueron amigos
de Falla y otros compositores de la órbita de la Residencia nos darán otras
sonoridades y, junto a la música de Rautavaara, le darán el necesario tono de
cosmopolitismo del que siempre quiso hacer gala esta institución ya centenaria.
Este año es Javier Corcuera el
encargado de seleccionar y preparar el repertorio con el coro Vox Aurea y resto
de cantores y, claro, de dirigirlo hoy ante ustedes. El coro organizador del
cursillo origen de este concierto recurre a su propio director para esta
ocasión tan especial. Su preparación, su sensibilidad y su buen hacer ya
demostrados son la garantía de que este concierto sea un evento digno para esta
celebración y este lugar.
Como estamos de conmemoraciones y
aniversarios, sirva este recital para recordar la labor tan meritoria que
llevaron a cabo maestros como D. Antonio J. Onieva que formó un orfeón con casi
cien residentes, como D. Eduardo Torner Martínez y su coral de Misiones
Pedagógicas que solía actuar junto al grupo de teatro de residentes y, claro
esta, a D. Rafael Benedito, tan vinculado a la Residencia y que formó la Masa
Coral de Madrid. Nuestros respetos y admiración a todos ellos.
OJOS
CLAROS SERENOS, poema
de Gutierre de Cetina (Sevilla, 1510 - México 1557). Versiones de Francisco
Guerrero (Sevilla, 1528 – Id., 1599) y de Salvador Bacarisse (Madrid, 1898 -
París, 1963).
Ojos
claros, serenos,
si de un dulçe mirar sois alabados,
¿por qué, si me miráis, miráis airados?
Si quanto más piadosos,
más bellos pareçéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira,
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay, tormentos raviosos!
Ojos claros, serenos,
ya que ansí me miráis, miradme al menos.
Comienza el concierto con este
madrigal que Menéndez Pelayo incluye entre las cien mejores poesías de la
literatura española. Gutierre de Cetina fue un inquieto hombre del
Renacimiento. Como soldado guerreó por toda Europa y norte de África (como dice
uno de sus poemas: Entre armas, guerra, fuego, ira
y furores...), vivió en Méjico y
murió a manos de un amante celoso. Su producción poética gira casi
exclusivamente en torno a los temas amorosos y utiliza el recurso de los ojos
con mucha frecuencia, recordemos aquel hermosísimo:
Bien se yo que sois graciosos;
mas, ojos, para entenderos,
decidme, ¿cómo sois fieros?;
si fieros ¿cómo hermosos?
Sus influencias son Petrarca, Ausias March y
Garcilaso de la Vega. Su obra es toda de muy buena calidad, pero es este poema
el que le sitúa en lugar preeminente del parnaso español. Ha sido musicado en
varias ocasiones. Ofrecemos dos de ellas:
Una es la ya clásica del maestro
Francisco Guerrero. Este sevillano fue un genio de cierta precocidad y estuvo
casi toda su vida profesional vinculado a la catedral de Sevilla. Allí fue niño
cantor y maestro de capilla durante cuarenta y cuatro años. Se dice que fue
alumno de Cristóbal de Morales y que estuvo ligado también al maestro Victoria.
Al contrario que ellos tuvo una relación con Italia más limitada y se dedicó
más a la música profana, de la que este madrigal de hoy, que forma parte del Cancionero
de Medinaceli, es una magnífica muestra.
Guerrero gozó de un prestigio inmenso. Sus obras se interpretaban en las
catedrales españolas y asiduamente en las de Lima, Guatemala y Méjico. Incluso
llegaban a la catedral de Goa. Sus motetes, magnificats, salmos, misas,
canciones, etc. suponen un tesoro inconmensurable para todo coro.
Salvador Bacarisse se fija en este
poema para componer su propia versión. Este músico pertenece al legendario
grupo de los Ocho. Probablemente es, en parte, responsable de la deriva hacia
la música impresionista de origen francés que se da en estos compositores
porque su padre, que por motivos profesionales viajaba mucho por Bélgica y
Francia, suministraba al grupo gran cantidad de partituras de todo lo nuevo que
aparecía por la capital del Sena.
Bacarisse se exilia en Francia tras la
guerra y allí compone durante la ocupación alemana y en los años siguientes. De
esa época es esta pieza. Recordemos que, también en aquel exilio parisino,
compuso Rodrigo su Concierto de Aranjuez en un modesto piso de la Rue de
Saint Jacques.
Para la
sepultura de Dulcinea, Texto de Miguel de Cervantes (Alcalá de
Henares, 1547 – Madrid, 1616) con música de Rodolfo Halffter (Madrid, 1900 –
Ciudad de México, 1987), e incluida en
sus Tres epitafios, obra para coro mixto de 1947 – 1953.
Reposa
aquí Dulcinea,
y, aunque de carnes rolliza,
la volvió en polvo y ceniza
la muerte espantable y fea.
Fue
de castiza ralea
y tuvo asomos de dama;
del gran Quijote fue llama
y fue gloria de su aldea.
Este epitafio es muy
conocido por aparecer al final de la primera parte del Quijote atribuido al Tiquitoc,
académico de
la Argamasilla en un alarde de ingenio humorístico. Otros académicos
imaginarios, el Cachidiablo y el Burlador, se encargan de los epitafios de Don
Quijote y de Sancho Panza. Todo esto, asegura Cervantes, aparece escrito en
letra gótica en unos pergaminos guardados en una caja de plomo aparecida en las
ruinas de una iglesia.
Los hermanos Rodolfo y
Ernesto Halffter son miembros de la generación, motivo del homenaje de hoy. Rodolfo
es conocido a veces como el Halffter
mejicano por su exilio en ese país después de la guerra y Ernesto como el
portugués, por la profunda relación que tuvo con el vecino luso. Estos
epitafios de Rodolfo constituyen la obra coral más conocida de toda esta
generación y ha sido frecuentada por multitud de coros en estas últimas
décadas. Halffter usa el típico compás de amalgama 6/8-3/4 propio de la
Petenera flamenca, y usado en la canción América, la más latina de las
que forman West Side Story de Leonard Bernstein, americano de origen
hebreo como se sospecha que lo es la misma petenera y la propia prosapia
cervantina.
Leihorik leiho y Horra hor
goiko, pertenecientes a las Siete canciones vascas.
Armonización de Fernando Remacha (Tudela, 1898 - Pamplona, 1984).
Leihorik leiho ipar airea,
txistuka dabil,
argiak naiz hil,
Horra hor Mikel lagunarteko leihoan dago.
Poz ta pozago.
Sardadiela barrenaldera
Zer ari haiz hor? Isil
eta gor?
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De ventana a
ventana sopla viento del norte,
silba y silba
me he muerto de luz.
Ahí está Mikel en la ventana de los amigos.
Más contento que contento.
Que entre hacia adentro
¿Qué haces ahí? ¿Callado y sordo?
Trad. Araiz Zubimendi Alberdi
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Horra hor goiko ariztitxu baten
kukuak umeak egin dozak aurten,
kukuak egin amilotxak jan.
Hauxe bere kukuaren zori txarra zen
|
Ahí en un
robledalcito de arriba
el cuco ha tenido crías,
el cuco las hace, el herrerillo se las
come.
Esa era la desgracia del cuco.
Trad. Araiz Zubimendi Alberdi
|
Ambas piezas pertenecen a las Siete
canciones vascas que Remacha armoniza en 1958, año importante en su carrera
como vamos a ver.
Remacha está en la nómina del Grupo
de los Ocho desde el primer momento. Sin embargo, mientras que los
compositores compañeros de aquella generación se exilan en el extranjero,
Fernando Remacha opta por el exilio interior.
Vivió intensamente sus años juveniles
en Roma y en Madrid y fue gran amigo de Bacarisse. Como el resto de los Ocho,
se forma con Conrado del Campo, y como todos ellos rechaza la tendencia
melogermanófila del maestro común y se deja atraer por los aires
antirrománticos y debussianos que llegan de París. Colabora con otro gran
residente, Luis Buñuel, en la música de varias películas de su productora
Filmófono. Un ejemplo es La hija de Juan Simón. Durante la República y
la guerra sigue componiendo y ganando premios nacionales de música. Acabada la
contienda regresa a su Tudela natal y allí se esconde en la trastienda de la
ferretería familiar que todavía existe en la calle Gaztambide, a escasos nueve
portales de la Plaza de los Fueros. Se dedica al comercio y a componer robando
horas al sueño. Esta pesadilla acaba en 1957 cuando el peligro pasa y sus
méritos son reconocidos. Se le nombra entonces director del recién fundado Conservatorio
Pablo Sarasate de Pamplona, hoy Conservatorio Superior de Música de
Navarra que continua en la misma sede de la calle Aoiz.
Tras la guerra, Remacha lleva a cabo
una extensa labor armonizadora de poesía y música popular para coro, así las Cinco
canciones castellanas, Belatzu, Basa txoritxu, Itxasoan, El
cant dels ocells, Déjame subir al carro, varios villancicos y poemas
de Blas de Laserna.
CANCIÓN
DEL JINETE: Poema de
Federico García Lorca (Fuente Vaqueros, 1898 – Víznar, 1936), versiones de Manuel Oltra (Valencia, 1922) y Einojuhani
Rautavaara (Helsinki, 1928).
Córdoba.
Lejana y sola.
Jaca
negra, luna grande,
y
aceitunas en mi alforja.
Aunque
sepa los caminos
yo
nunca llegaré a Córdoba.
Por
el llano, por el viento,
jaca
negra, luna roja.
La
muerte me está mirando
desde
las torres de Córdoba.
¡Ay
qué camino tan largo!
¡Ay
mi jaca valerosa!
¡Ay,
que la muerte me espera,
antes
de llegar a Córdoba!
Córdoba.
Lejana y sola.
Este poema tan conocido, tiene un
fondo oscuro que remite al tema tan lorquiano de la muerte. La parca que
acecha, la jaca negra y la noche envuelven al lector recordándole su carácter
singular de inevitable y terrible. Estremece el tono premonitorio. Su hermano
Francisco García Lorca nos explica: “Para Federico el morir es el no llegar,
porque la muerte nos sorprende siempre en medio de la jornada, y toda muerte
es, en cierto modo, asesinato”.
Hay una discusión interesante sobre el
origen del poema. José Ángel Valente cree que Lorca se inspiró en un escritor
irlandés muy valorado por Juan Ramón Jiménez. Nos referimos al Barón de Dunsany
(Londres, 1878 – Dublin, 1957) muy conocido como escritor de cuentos
fantásticos de regusto céltico – artúrico. Un cuento de Dunsany llamado Carcasona
aparece en el volumen Cuentos de un soñador publicado por la Revista de
Occidente en 1924 y que bien pudo llegar a la biblioteca de la Residencia.
Córdoba por Carcasona, la muerte acecha desde las torres de la Porte
Narbonnaise y desde la Torre de la Malmuerta. “...nunca llegareis a Carcasona”
predice el adivino a los guerreros de Camorak, pero el temerario rey decide
luchar contra el hado. Hacia Carcasona que se nos van y, claro, no llegan. La Canción
del Jinete pertenece al libro Canciones de ese citado 1924.
Manuel Oltra es un personaje muy
relevante en el mundo musical barcelonés. Alumno de Toldrá y Zamacois, compone
música orquestal y coral mostrando un interés grande por el folclore catalán y
por su instrumento más representativo, que es la cobla. Tiene esta conocida
versión de este poema que es una muestra de su interés por la obra de Lorca,
aunque también se ha dedicado a otros, Alberti, sin ir más lejos.
Einojuhani
Rautavaara es un gran sinfonista al que
se tiene en Finlandia como sucesor de Sibelius. Su obra ha pasado por varias
etapas: comenzando por un serialismo inspirado en Ligeti ha ido remansándose
hacia aguas más eclécticas. Su obra coral es impresionante y su Suite de
Lorca de 1973 es, probablemente, lo más conocido. Aporta una visión
radicalmente diferente del mismo texto. Ambas versiones sonaron ya en la
Residencia en mayo de 1998 a cargo del coro de RTVE en un concierto homenaje a
Lorca en su centenario.
NicoletTe, perteneciente a Trois Chansons. Letra y música
de Joseph Maurice Ravel (Ciboure,1875 – París, 1937)
Nicolette
Nicolette, à la vesprée,
S'allait promener au pré,
Cueillir la pâquerette, la jonquille et la muguet,
Toute sautillante, toute guillerette,
Lorgnant ci, là de tous les côtés,
Rencontra vieux loup grognant,
Tout hérissé, l'oeil brillant;
Hé là! ma Nicolette, viens tu pas chez Mère Grand?
A perte d'haleine, s'enfuit Nicolette,
Laissant là cornette et socques blancs.
Rencontra page joli,
Chausses bleues et pourpoint gris,
"Hé là! ma Nicolette, veux tu pas d'un doux ami?
Sage, s'en retourna, très lentement, le coeur bien
marri.
Rencontra seigneur chenu,
Tors, laid, puant et ventru
"Hé là! ma Nicolette veux tu pas tous ces écus?
Vite fut en ses bras, bonne Nicolette
Jamais au pré
n'est plus revenue.
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Colasina
Colasina, a la anochecida,
Íbase al prado a pasear,
A coger mayas, junquillos o muguete,
Saltarina, vivaracha,
Mirando aquí, allá, a todos lados,
Encontrose al viejo lobo gruñendo,
Todo erizado, con el ojo brillante;
Colasina, ¿no vendrás de casa de la
abuelita?
Sin aliento huye Colasina,
Dejando allí toca y madreñas blancas.
Encontróse a un lindo paje,
Calzas azules y jubón gris,
Colasina, ¿no quieres un dulce amigo?
Siendo honesta, volviose, muy
despacio, mohína.
Encontrose a un señor cano,
Retorcido, feo, hediondo y ventrudo.
Colasina, ¿acaso no quieres todos
estos escudos?
Pronto en sus brazos estuvo la buena
de Colasina,
Nunca
más al prado tornó.
Trad.
Alicia Criado Peña
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En Nicolette, Ravel nos da su
revisión, en letra y música no exentas de ironía, del cuento de Caperucita Roja
en un tema con variaciones desarrolladas a lo largo de cuatro estrofas. Fue
compuesta en febrero de 1915 mientras esperaba su inminente alistamiento para
incorporarse al esfuerzo bélico contra Alemania. Curioso tema para esos
momentos. ¿Que cómo le fue?, No muy gloriosamente para ser conductor de un
camión militar. Cayó enfermo de disentería durante la batalla de Verdun.
Le jour m'etonne et la nuit me
fait peur, del poema Un
Loup de Paul Eluard (Saint-Denis, 1895 – Charenton-le-Pont, 1952) con música de Francis Poulenc (París, 1899 – París,
1963)
Un loup
Le jour m'étonne
et la nuit me fait peur
L'été me hante et
l'hiver me poursuit
Un animal sur la
neige a posé
Ses pattes sur le
sable ou dans la boue
Ses pattes venues
de plus loin que mes pas
Sur une piste où
la mort
A les empreintes de la vie.
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Un lobo
El día me asombra y la noche me
asusta
El verano me atormenta y el invierno
me persigue
Un animal en la nieve ha posado las
patas
Sus patas en la arena o en el barro
Sus patas que vienen de más lejos que mis pasos
Por un rastro en que la muerte
tiene las huellas de la vida.
Trad. Alicia Criado Peña
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Más densa que larga construye Poulenc
esta canción con una imagen poética un tanto inquietante. Opúsculo a seis voces
que exige al intérprete ser muy sugerente y muy delicado. Antes de que se den
cuenta la pieza habrá acabado en un acorde de la menor en un pianísimo
exagerado. Todo en un instante, pero qué instante. Se trata de una pieza
perteneciente al álbum Figure humaine Op.120 de 1943 sobre poemas de
Eluard. Es la lírica venida de la Francia de aquellos poetas como Aragon o
Valéry que por este salón pasaron cautivando a aquellos residentes. Eluard era
el surrealismo que produjo un efecto potentísimo en los incipientes poetas del
veintisiete y, claro, en Dalí, que además acabo casándose con Gala, la mujer de
Paul Eluard.
Como
Ravel y Milhaud, también Francis Poulenc pasa por este salón dando una
conferencia – concierto el 9 de abril de 1930, el mismo año que Pittaluga presenta
oficialmente en la Residencia al grupo de los Ocho. No es raro que Poulenc
tenga una debilidad por Eluard y que le dedique bastante música, pues se
interesó mucho por el surrealismo e, incluso, por las técnicas dadaistas
aplicadas a la composición. Este autor escribe mucha música coral a capella,
desde canciones de taberna, poemas musicados e, incluso, misas y toda clase de
música religiosa, especialmente a partir de finales de los treinta y durante
los cuarenta. Recordemos que se produce en él una decidida conversión al
catolicismo allá por 1935.
MIENTRAS TU EXISTAS, poema
de Ángel González (Oviedo, 1925 – Madrid, 2008), música de
Roberto Balistreri (Cagliari, 1979). Estreno
absoluto.
Mientras tú existas,
mientras mi mirada
te busque más allá de las colinas,
mientras nada
me llene el corazón,
si no es tu imagen, y haya
una remota posibilidad de que estés viva
en algún sitio, iluminada
por una luz cualquiera...
Mientras
yo presienta que eres y te llamas
así, con ese nombre tuyo
tan pequeño,
seguiré como ahora, amada
mía,
transido de distancia,
bajo ese amor que crece y no se muere,
bajo ese amor que sigue y nunca acaba.
Ángel González ha leído sus poemas,
entre ellos éste, en esta misma sala en 1989 y en 2001 en el ciclo Poeta en
Residencia. Se expresa siempre con palabras muy sencillas y con imágenes
diáfanas, especialmente en estos versos tan bellos que ya han conocido su
metamorfosis en canción de la mano de Pedro Guerra, como colaborador cercano
que fue de González.
Roberto Balistreri, pianista italiano afincado en Madrid desde hace
tiempo, dedica buena parte de su quehacer musical a la composición y, desde
2006, también a la composición coral.
Como compositor suele buscar el juego con contrastes y captar la musicalidad
del poema. Lo que él mismo llama el sonido interno de las palabras. No
quiere encasillar el poema en una forma determinada, prefiere que el mismo
texto le indique la manera de musicarlo. Es pianista de acompañamiento y ensayo
del coro Vox Aurea, que tiene la satisfacción de sumar esta pequeña, pero
intensa, obra a la lista de estrenos de hoy.
A un olmo
seco, poema de Antonio Machado (Sevilla, 1875 – Coillure, 1939) con
música de Javier Busto (Fuenterrabía, 1949). Estreno absoluto.
Al olmo
viejo, hendido por el rayo
Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
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Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
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Javier Busto vuelve a
estrenar una obra suya en esta Residencia de Estudiantes de la mano de Vox
Aurea. Estas líneas ya clásicas pertenecen al libro Campos de Castilla de 1912. Machado fue una figura reverenciada por
aquellos residentes de la primera etapa de esta institución. Sus Poesías completas fueron editadas por la
Residencia en 1916 con mucho cuidado y mimo pues detrás estaba Juan Ramón
Jiménez que hace encabezar tanta belleza encuadernada con una oración de Rubén
Darío de 1905:
Ruego por Antonio a mis dioses
Ellos le salven siempre. Amen.
En este libro de Machado
hay una nueva búsqueda de lo objetivo recurriéndose mucho a la descripción del
paisaje o a elementos de él como pasa en este poema tan evocador. Ya no es
tanto la introspección y simbolismo de Soledades. Es el paisaje de Castilla,
que en estas líneas es retratado en un olmo que por edad y abandono ya carece
de futuro, pero no de encanto. Busto responde a la sencillez del poema con una
música diáfana donde la poesía debe brillar renunciando la música a todo protagonismo
y mostrándonos a Machado en toda su esencia con melodías sugerentes y armonías
limpias, tal como mandan los dioses de Rubén Darío.
Agua sólo es
el mar, poema de José Bergamín (Madrid, 1895 – Fuenterrabía
1983) con música de Dante Andreo (Prov. de Córdoba - Argentina, 1949). Estreno
absoluto.
Agua
solo es el mar; agua es el rio,
Agua
el torrente, y agua el arroyuelo.
Pero
la voz que en ellos habla y canta
No
es del agua, es del viento.
Agua
es la blanda nieve silenciosa
Y
el mundo bloque de cristal de hielo.
Pero
no es agua, es luz la voz que calla
Maravillosamente
en su silencio.
Agua
es la nube oscura y silenciosa,
Errante
prisionera de los cielos.
Pero
su sombra, andando por la tierra
Y
el mar; no es agua, es sueño.
Aparece este
poema en la recopilación de la obra de Bergamín que sale a la luz en 1962 con
el título “Rimas y sonetos rezagados”. Es una visión extraordinariamente
poética del elemento agua la que recoge nuestro Dante Andreo, quedándose con lo
más puro de la compleja personalidad tantas veces incomprendida de este
madrileño que tanto admiró a Machado y que sus últimas andanzas políticas le
acarrearon tan pocas simpatías. Autor antonomásicamente controvertido por su
republicanismo a ultranza y catolicismo, rendido admirador de la tauromaquia,
crítico acérrimo de la restauración borbónica de la última transición española
y, por último, renegado de la patria española. No se suele incluir a este autor
en el grupo de autores del 27 cuando hay que decir que allí debe estar por
cronología y por la gran calidad de su obra. Tuvo una relación entrañable con
Machado y, en sus comienzos, tuvo el apoyo incondicional de Juan Ramón Jiménez,
aunque luego lo perdió llegando a ser calificado cruelmente por él como “Príncipe Permanente e Insustituible de la
Simia, la Analfabecia y la Titeremundia”. Es conocida su participación en el homenaje
a Góngora en Sevilla junto a Juan
Chabás, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Federico García Lorca y
Rafael Alberti en 1927, que supuso la presentación en sociedad de estos poetas.
Este acto fue en su día recordado en su setenta aniversario por la Residencia
de Estudiantes por lo que es justo que Dante Andreo, autor protagonista del
seminario del coro Vox Aurea de 2009 en la propia Residencia, lo recoja para
esta pieza llena de gracia en un licuado la menor.
EN
EL FONDO DEL HOMBRE.
Poema de Miguel Hernández (Orihuela, 1910 – Alicante, 1942), música de Xavier
Sarasola (Beasain, 1960). Estreno absoluto.
En el fondo del hombre,
agua removida.
En el agua más clara,
quiero ver la vida.
En el fondo del hombre,
agua removida.
En el agua más clara,
sombra sin salida.
En el fondo del hombre,
agua removida.
Este conmovedor poema tan
desesperanzado pertenece al Cancionero y romancero de ausencias (1941 -
1942) que Miguel Hernández comienza en 1938 con poemas dedicados a su primer
hijo Manuel Ramón, muerto con pocos meses de vida, y que da término en la
cárcel de Alicante donde morirá poco después. Lo dedica a su mujer que está
pasando por grandes penalidades.
En los años treinta conoce y trata a
los poetas del veintisiete, algunos muy relacionados con la Residencia, como
Lorca, Neruda y Bergamín. Fue por entonces admirado y alabado por Aleixandre y
Juan Ramón y protegido por su gran valedor don José María de Cossío.
Xavier Sarasola da profundidad musical
a estas breves y lacerantes líneas en apenas cincuenta compases. Este
compositor, profesor de violín, armonía y canto coral y ex cantor del Orfeón
Donostiarra quiere participar en esta celebración dando a estrenar esta canción
en torno a un do mayor un tanto removido, como el fondo del hombre.
CASTILLA
TENE CASTILLOS. Poema
de Rafael Alberti (El Puerto de Santa María, 1902 – Id., 1999), música de Josu
Elberdin (Pasaia, 1976). Estreno absoluto.
Castilla tiene castillos,
pero no tiene una mar.
Pero sí una estepa grande,
mi amor, donde guerrear.
Mi pueblo tiene castillos,
pero además una mar,
un mar de añil y grande,
mi amor, donde guerrear.
Tras su primer libro, Marinero en
tierra (1925), Alberti publica La amante (1926). En él, Alberti,
narra poéticamente las impresiones de un viaje en automóvil por las carreteras
de Castilla la Vieja acompañando a su hermano, viajante de una empresa de
vinos. El trayecto de Burgos a Villarcayo le sugiere este poema donde contrasta
el paisaje de estepas con el mar, tema recurrente en los libros de esta etapa
neopopularista. Alberti no fue residente, pero pasó épocas en las que venía por
aquí prácticamente a diario por su amistad con Lorca, Celaya y tantos otros.
Elberdín, hombre de paisaje marítimo,
pedagogo musical, director de coros y organista, cuya música ya sonó aquí hace
dos años, escoge esta pieza para ponerla en música y estrenarla aquí dedicada a
Javier Corcuera y al coro Vox Aurea. Comienza la pieza añadiendo la frase ¡Castilla!
¡La mar! ¡No! Indicando Solemne e grandiosso en un dramático acorde de re menor como para subrayar la
lejanía de ambos ámbitos geográficos y termina la pieza en un Sol mayor algo
más risueño para evocar la nostalgia del mar.
Anoche
cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una fontana fluía
dentro de mi corazón.
Di, ¿por qué acequia escondida,
agua, vienes hasta mí,
manantial de nueva vida
de donde nunca bebí?
Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una colmena tenía
dentro de mi corazón;
Y las doradas abejas
Iban fabricando en él
Con las amarguras viejas
Blanca cera y dulce miel.
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Anoche
cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que un ardiente sol lucía
dentro de mi corazón.
Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
y era sol porque alumbraba
y porque hacía llorar.
Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita
ilusión!,
que era Dios lo que
tenía
dentro de mi
corazón.
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El joven compositor vasco Josu
Elberdin nos ha escrito dos obras para estrenarlas en el concierto de hoy:
Alberti y Machado, dos generaciones, dos estéticas poéticas y dos momentos para
inundar de música esta sala con estos versos que ya llevan tantas décadas
adheridos a los muros sabios de esta casa.
Para finalizar el concierto,
escuchamos al Machado más introspectivo y simbolista de Soledades (1903) que tuvimos la ocasión de visitar el año pasado de
la mano de Dante Andreo con el poema Otoño y ahora con este Anoche cuando dormía. Estos octosílabos
tan conocidos irán progresando musicalmente en esta pieza de Elberdin de forma
que verán ustedes cómo finalmente se dará paso a la palabra recitada arropada
de unas voces que subirán de improviso medio tono pasando de fa a fa sostenido
mayor para darle un aire de mayor exaltación a la repetición final del
estribillo. Recurso muy apropiado porque el poema está formado por siete
cuartetas en gradación ascendente con visiones oníricas bellas y amables que
transmiten una serena, pero intensa, alegría interior.
Thyrsus me fecit