Ave Virgo gloriosa, favo mellis dulcior,
Mater Dei gloriosa, stella sole clarior:
Tu es illa speciosa, qua nulla est pulchrior,
rubicunda plus quam rosa, lilio candidior.
Ave Virgen gloriosa, más dulce que la miel del panal. Gloriosa Madre de Dios, estrella más brillante que el sol. Y tan preciosa eres, que nada es más bello. Más colorada que la rosa, más pura que el lirio. |
Por 1618 hubo en Bruselas un convento de monjas benedictinas inglesas. Las autoridades españolas de aquel Flandes acogen y protegen al catolicismo inglés. En ese convento trabaja entonces un organista inglés convertido al catolicismo durante su estancia en Italia donde se dedicó al estudio de la polifonía. En aquel año publica en Bruselas este músico llamado Richard Dering (1580-1630) su Cantio Sacra a la que pertenece este Ave Virgo Gloriosa con texto de un desconocido autor medieval según algunos musicólogos. Sin embargo, Pietro Francesco Orta en su Orazioni giaculatorie di molti santi, e servi di Dio, con diversi racconti esemplari de 1706 lo atribuye nada menos que a la reina Isabel de Castilla.
A caballo de dos siglos, la figura de Richard Dering queda ensombrecido por la gran cantidad de músicos geniales del renacimiento inglés del siglo XVI y, quizás, por la figura inmensa de Henry Purcell en el XVII. Y con todo, Dering es un autor de innegable interés con un manejo de la armonía que podemos calificar de magistral y tremendamente imaginativo. Trabajó mucho, publicando tres libros de motetes con bajo contínuo, dos de canzonette y uno de madrigales. La influencia italiana es siempre importante. En Inglaterra se publicaron sus obras tiempo después de su muerte.
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